Toda vida humana es sagrada. Cada persona es creada a imagen de Dios, reflejando la similitud de Dios es merecedora del mayor respeto y dignidad aun en medio de los episodios de la enfermedad. Nada puede disminuir esa dignidad y valor, ni una enfermedad mental o cualquier otra condición. Cada persona es un contribuidor significante a la totalidad del Cuerpo de Cristo formando una comunidad de fe que celebra las alegrías de cada uno y las cargas de cada uno.
La compasión y el amor que distingue a los seguidores de Jesús deben estar en evidencia la consideración de la Iglesia para todos los miembros del Cuerpo de Cristo cuyas vidas son desafiadas por esa enfermedad. Rezando por la gracia de amar a como ama Jesús, para aumentar el entendimiento, ser una compañía para aquellos que necesitan la aceptación y el apoyo es el inicio de las percepciones transformadas.